lunes, 25 de febrero de 2008

Algún día nunca es tarde...


“Cuando tengas algo que decir, procura que tus palabras sean mas importantes que tus silencios” Atahualpa


"De todos los hombres, acaso fuera el único en saber que una palabra, una mirada, pueden borrar años de felicidad, siendo más crueles porque contrastan con una dulzura constante; y es que nuestra naturaleza nos inclina a experimentar más dolor con una disonancia en la felicidad que placer con un goce en la desdicha." Honoré de Balzac.




Las tardes de primavera son especiales.

Siento hasta la fragancia de esas tardes.

Tenía ocho años, cuando con Juan, mi primo, estábamos sentados en la vereda jugando con figuritas…

-Uhh! Mira que pedazo de hoja que lleva esa hormiga!

Entonces, cual titanes, con un palito nos pusimos a cortarle el paso, a desviar su marcha, y la hormiga a duras penas intentaba continuar con su pesada carga mientras tambaleaba, hasta que la hoja se caía y nosotros pensándola vencida, acometíamos con la que la seguía en la marcha…

Y así pasaban las horas y aquellas escenas vuelven, una y otra vez…

2002

Jueves, dos de la mañana, suena el teléfono. Me despierto sobresaltado, estoy seguro que algo malo sucedió, nadie te llama a esta hora para entregarte un premio.

Atiendo.

- Hola .Trato de despejarme de algún modo, pero es casi imposible.

- Hola, me responden, para después quedar callados

- Soy Juan, tu primo.

- Por qué no contestabas? boludo!

- Necesito hablar con vos- se le notaba un tono extraño, lo particular de él es que me llama a esta hora cuando esta angustiado, porque seguramente discutió con Karina, su novia.

- Escúchame no podemos charlar mañana, tengo que madrugar!

- Se que te rompo las pelotas a esta hora, pero discutí con Karina.

- Juan, seguro que mañana se van a encontrar y todo se va arreglar (trato de convencerlo, sabiendo que esta escena ya la viví varias veces).

No hay repuesta, solo un silencio profundamente cruel.

- Me escuchaste!!? Juan, me escuchaste?

No hay respuesta, a través del teléfono solo se escucha un llanto, helado, el siempre discutía con su novia, luego me llamaba, pero jamás lo escuche tan angustiado, entonces le pregunto si puedo ir a su casa, pero creo que no me oye.

Me visto, miro el reloj, pienso en mañana, tengo el trabajo atrasado en la oficina, pero se que la noche va hacer muy larga y bue…

Está lloviendo, su departamento queda a unas seis cuadras del mío, no pasa ningún taxi, maldigo en voz baja, empiezo a caminar, la calle esta absolutamente desierta, solo los relámpagos iluminan el cielo.

En el umbral de una casa hay una pareja discutiendo, ella llora, cada pareja tiene su mundo y hay tanto mundo atroz!

El cielo sigue raro, demandante, impaciente…

Me acuerdo de Cecilia, que estará haciendo?

Intento volver a comunicarme con Juan y nadie contesta.

Llego al edificio donde vive. Toco el portero. Nada. Insisto. Nada.

Me impaciento.

Miro al cielo, lo noto raro, encubridor…

Mi corazón bombea mala sangre, toco el timbre del encargado del edificio, me atiende a regañadientes, le explico que Juan no responde, que soy el primo, que es extraño , que no se quedó dormido, que no puedo volver mañana, que estaba deprimido.

Finalmente lo convenzo e irá a llamar a Juan a su puerta.

Baja de mala gana, diciéndome que nadie lo atendió a pesar de los terribles golpazos que dio a la puerta.

Miro al cielo, raro, intrigante…

Creo que la vida es un cúmulo de instantes, de pequeños momentos, un segundo en la vida de una persona desesperada no posee la misma longitud, que aquel sin conflicto alguno.

Juan seguramente sintió el peso del tiempo, quiero decir su segundo se transformo en eterno, y su eternidad, efímera.

Policía, ambulancia, revolver 22, bala, sangre, estado de coma.

Las imágenes se me mezclan, Juan, las hormigas sin su carga verde, la pareja discutiendo, los relámpagos, me seguirá queriendo Cecilia…

Juan está en el límite, mirando para un lado y para el otro, llevando su carga, tambaleándose, confundido, intentando o resignado.

No le pudieron extraer la bala, el médico habló con él para ofrecerle su mejor menú, lo operaba con el riesgo de no pasar la operación o le dejaba la bala en su cabeza, con la posibilidad que muriese dos o tres años después, muchas veces la muerte se sirve en un plato exquisito, pero en casos como este nos las venden en cuotas.

Pasaron dos años, pero la vida se cobra las deudas.

Nos citamos en un bar, lo recuerdo bien, estaba muy ansioso, tremendamente ansioso, mis manos transpiraban inusualmente, recuerdo haber llegado una hora antes algo extraño conociendo mi impuntualidad, no se porque elegimos este lugar?

Elegí la mesa mas alejada de la entrada, sentado ahí podía ver todo el salón y también cuando ingresara al bar.

Miré el amplio ventanal y me pareció observar su silueta caminando rumbo a la entrada.

Es él, le hago señas y se aproxima… en ese momento siento que mis oídos dejan de percibir el sonido de alrededor, son treinta metros que nos separan y como en aquellas películas donde los protagonistas se aproximan en una caprichosa cámara lenta, mientras en mi se repiten las imágenes: la pareja discutiendo bajo la lluvia que fue el presagio de otras lluvias, el cielo demandante, las hormigas aplastadas, el cielo intrigante y la imagen de Cecilia que se esfuma en el cielo impaciente. Quiero romper los malditos esquemas que me atan y mi estúpida mirada a lo que me rodea, para abrazarlo como no pude hacerlo aquella noche sin estrellas.

Ahora estamos parados, ciegos, frente a este laberinto, que el destino nos impuso, nuestras miradas se cruzan tratando de encontrar aquello que fuimos, aquello que no volveremos a ser.

La vida nos da su vuelto en monedas pesadas.

En esa fría noche de junio, nuestro dialogo duro hasta que las lenguas comenzaron a enredar las palabras, la pequeña mesa nos vuelve a separar, pero su vieja y sabia madera absorbió el tiempo que no pudo ser.

Al escribir este texto me detengo, para observarlo en su totalidad y noto que cada renglón es un sendero y cada letra es una hormiga que lleva su pesada carga.




Cuando quieras mi amor, no lo imagines
no sueñes esperando que lo adivine
Cuando quieras al fin seguir tu instinto
ven a verme y abandona tu laberinto

Si no entiendes lo que vives, si no crees lo que dicen,
quizás sea porque no puedes sentir tu propio rumbo
atrapada por el molde que te hicieron que no logras destruir.

Cuando quieras saber quien soy realmente
permite que tus ojos me lo cuenten
Cuando quieras mi amor, no te lo niegues
es tan triste que no tengas y desees.

Cuando quieras mi amor, no lo imagines
no sueñes esperando que lo adivine.
Cuando quieras al fin seguir tu instinto
ven a verme y abandona tu laberinto